Filosofando con Pato (agárrense)

Buscar el límite que un ser humano debe aguantar en cuanto al menoscabo de su libertad (en términos absolutos) nos lleva, necesariamente, a 3 preguntas básicas:

1.- ¿Cuánta libertad tenemos originalmente?
2.- ¿somos originariamente libres?
3.- ¿cuál es el origen de la libertad?

Como se ve, estas preguntas son envolventes, buscan responder algo que necesariamente será cuestionado por la pregunta siguiente, hasta llegara a la última, esa pregunta que es más fácil de resolver que las otras

1.- ¿Cuánta libertad tenemos originalmente?

La Libertad nace como concepto sólo en las sociedades que las estipulan (y las viven efetivamente), en una forma muy parecida a lo que Kelsen señala en los conceptos de Validez y Eficacia (ya me puse latero). La Libertad nace (¿nace?) en la mente del individuo que busca una respuesta, que busca satisfacer una necesidad de contestarse "¿por qué no puedo hacer esto?". Si todo nos fuera permitido, no nos cuestionaríamos sobre la Libertad, ni sus consecuencias nefastas o benéficas... incluso yo en este momento podría estar trabajando sin parar en vez de estar ocupando el computador para cuestionarme algo que no me afecta. Nuestra amada Libertad es como la materia de clases antes de una prueba: sólo luchan por conseguirla los que no la tienen o a quienes les cuesta un mundo conseguirla.

Ahora bien, la pregunta de fondo es: ¿originalmente tenemos esa necesidad?. Visualicemos con un poco de imaginación al "buen salvaje", más solo que el último canapé de la bandeja... ¿tiene libertad? Sí. ¿tiene Libertad? No. Es libre de decidir, pero no de tener un concepto elaborado de ello y, por tanto, de representarlo a él mismo (pues desconoce estar restringido de ella) o a los demás (puesto que no existe una sociedad a quien enseñárselo). En ese sentido, y con este breve ejercicio intelrctual (que a mí ya me dejó agotado), sabemos que el individuo es capaz de ser libre, pero no es capaz, al menos en singular, de tener una noción suficiente de la Libertad (ya que no puede darse cuenta de ello), con lo que intelectualmente el ser humano NO es libre por voluntad propia, sino por designio de las leyes de la naturaleza. Es, paradójicamente, esclavo de la libertad (¡risas!) .

Y así, sin quererlo ni buscarlo (cit. Pedro Arraztoa), he matado tres pájaros de un tiro: 1) Originalmente tenemos toda la libertad, menos la Libertad que el individuo es capaz de racionalizar para sí 2)No somo soriginariamente libres, puesto que el concepto de Libertad por el cual el ser humano sueña y lucha actualmente no nos es dado por la naturaleza, Dios o la Razón, sino por la necesidad propia e individual de cada uno... Libertad finita y condicionada 3) La Piedra fundamental de la Libertad es el mismo ser humano, único ente en el mundo concreto que la necesita, y su origen se remonta a la primera privación de ella que se hace al primer ser humano, momento en el cual surge como concepto y de donde nace su separación entre libertad (como hecho físico o psíquco) y la Libertad (como valor u objetivo del individuo humano)

(10/feb)

Pero, al margen de ser libres... ¿por qué nos empeñamos en la naturaleza humana? ¿Por qué seguimos buscando lo interno?. Seguramente porque hay un problema, porque creemos que "lo bueno" está siendo superado por "lo malo"... cosa bien extraña. Lo "bueno" y lo "malo" son conceptos que tratamos, como civilización, de maximizar estas barreras del comportamiento exterior e interior para que todos las sigamos, (lo cual, de por sí, ya es "malo", ya que destruye nuestra amada Libertad) . Pero maximizar lo "bueno" para que todos seamos "buenos", ¿no es "bueno"?. Sí, se supone... ¡pero eso destruye nuestra opción de elegir entre lo "bueno" y lo "malo", lo cual es "muy malo"!... entonces, que todos seamos "buenos", ¿es "bueno" o "malo"?

(Comprenderé, querido lector, que en este momento quieras una aspirina o un garrote para golpearme. Lo siento, así funciono yo)

¿qué diablos es ser "bueno"?. Es, simplemente, ser/estar acorde a las normas con las que nos hacemos la "confirmación" de la sociedad. En ese sentido, la sociedad se parece a la Iglesia Católica: a uno lo meten al grupo sin preguntarle nada, pasando a ser miembro de la sociedad... pero cuando uno está más peludo (con perdón a los lampiños) puede "confirmarse" en el querer vivir en sociedad o transformarse en un elemento independiente, buscador de nuevas opciones o de remodelar el cuento en que está metido. La sociedad no nos impone -como podríamos suponer- una serie de normas determiandas a nuestra subsistencia (y, por ende, de la de la misma sociedad), sino que es una "opción" a la que elegimos (en realidad, esa "opción es más falsa que el tsunami de Talcahuano, pero si no mantengo esta afirmación esto se hace más complicado). Una vil especie de contrato (de cláusulas, no de adhesión), a la cual debemos aceptar o rechazar parcialmente, en la que los que se quedan pasan a ser los miembros oficiales, queridos y aceptados, mientras que los otros -dependiendo de la cuota o medida en la cual rechazan este contrato social- van a ser los disidentes, que buscan fines tan diversos entre sí, que harán imposible la posibilidad de unirse contra el sistema imperante (ah, qué frase más sabia esa de "divide y vencerás"... ese Jack el Destripador era un genio).

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