carta abierta a Dios

Suelo no hablarte, salvo que tenga algún problema. Aparte de eso, a veces solemos tener ciertas conversaciones sobre la vida mientras voy caminando por el mundo, pero por lo general suelo creer que no estás, y que puedo arreglármelas sin ti.

No sé si existes. Tampoco quiero averiguarlo. Dejo ese tipo de discusiones para los curas, los teólogos, los ateos y los intelectualoides de turno. Me basta con saber que en este momento existes, porque me escuchas. Si no existes, existes ahora, porque te estoy imaginando escuchándome.

Quiero pedirte un favor.

No dejes nunca de recordarme que en este mundo existe la maldad, la ignorancia, la opresión y la envidia. Que en este mundo existe una lucha entre la espada y la risa. Que no es una lucha lejana, sino diaria. Cuesta tanto aceptarla y tan poco refugiarse en la comodidad de la rutina. Por favor, no dejes que abandone las ganas de seguir.



Hoy recuerdo a la gente que ha dejado este mundo porque vivió para mejorarlo. Que su memoria se funda con la mía, y que seamos memoria que nunca deje de existir mientras no se haga justicia para ellos.

Veo la risa de mi hijo. Que su risa no se apague nunca y que nadie se crea con derecho a callarla porque tenga más dinero o poder.

Siento la alegría de quienes me ayudan y apoyan día a día. Que sus ganas se multipliquen y que nunca se rindan por una persona que no valga la pena.

Percibo la fuerza de quienes buscan una forma de cambiar la inmoralidad en que vivimos. Que sean siempre perseguidor y nunca perseguido.

Disfruto con la sencillez de quienes nada tienen. Que cuando tengamos todo, sigamos disfrutando de ella, la más bella de las virtudes.

Me asusta pensar en quienes no quieren luchar. Que un día entiendan por sí mismos que el derecho a ser feliz no se mendiga de rodillas, sino que se pelea palmo a palmo, de frente y sin miedo.

Me da miedo errar, ser traicionado por mis debilidades y echar a perder lo construído. Que tu fuerza me llene y me haga ser mejor que lo que soy ahora.

Temo ser atacado por quien yo más confiaba. Que nunca permitas rodearme de gente capaz de ello.

Sé que puedes escucharme. Si no existes, te creo en un acto de amor, a mi imagen y semejanza par que me escuches. Líbrame de todo mal para darle sentido a tu obra. Lléname de justicia, valor, inteligencia y amor para seguir el sendero correcto. No me dejes caer en la tentación del poder o de la autocompasión.

Y, si tienes que decirme algo el día que nos encontremos fuera de esta tierra, que sea una frase de agradecimiento y no de reproche.

Así sea.

Comentarios

Unknown dijo…
Cada día eres más digno de mi admiración, y tus palabras no son solo una petición para ti, sino un recordatorio, un empujón, una cacheta para que otros despertemos, porque si nos ha faltado, porque si nos hemos dejado caer en la tentación, en mi caso, de la autocompasión. Nunca te rindas... porfavor!

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