Otra más del tío Sam...

fuente: lanacion.cl

Desde 1990, un proyecto del Departamento de Defensa de Estados Unidos analiza cómo alterar las condiciones de la ionosfera terrestre. Los norteamericanos aseguran que se trata de una iniciativa científica, pero no pocos acusan el desarrollo de armas ambientales con intereses estratégicos y con la capacidad de cambiar el clima mundial.

Gakona, una remota zona de Alaska, es escenario de uno de los más extraños proyectos norteamericanos. Desde 1990 se está instalando una base, eje del denominado Programa de Investigación Auroral Activa de Altas Frecuencias (Haarp, por sus siglas en inglés), a cargo del Departamento de Defensa de EEUU y bajo la supervisión de la Fuerza Aérea y la Marina.

El complejo dispondrá de 180 antenas, capaces de emitir en alta frecuencia con una potencia de 3,6 megavatios. ¿Objetivo? Que un amplio equipo de científicos desarrolle experimentos para establecer cómo manipular la ionosfera, la parte más alta de la atmósfera terrestre, ubicada entre 80 y 500 km. de altitud.

Se trata de una porción mucho menos densa que la troposfera, donde la acción de las partículas del viento solar continuamente golpean los átomos y moléculas provocando la formación de iones eléctricamente activos (de ahí su nombre).

Se trata de una región en continua actividad, sometida a los avatares de las tormentas solares capaces de generar una potencia de 50 gigavatios. Estas descargas ionizantes provocan fenómenos eléctricos, como las auroras boreales, pero también llegan a afectar a las transmisiones de ondas de radio pudiendo desatar efectos incluso en la superficie, como fallas en la distribución de electricidad.

El objeto declarado de Haarp es conocer cómo funcionan esos procesos utilizando para ello una serie de instrumentos poco convencionales.

Las dudas

Sin embargo, dos años antes que los militares norteamericanos comenzaran con este programa, una patente, registrada en EEUU por el físico Bernard J. Eastlund, comenzó a generar dudas.
Trascendió que el nuevo invento podría generar un haz intenso de ondas de radio de alta frecuencia capaces de excitar los electrones ionosféricos, modificando en términos simples las características de la alta atmósfera en zonas muy amplias y durante periodos prolongados.
Incluso en una escala global, el instrumento podría impedir las comunicaciones con satélites o de sistemas de guiado de las mismas y más lejos aún, sería capaz de cambiar el clima.

Así, el “asunto Haarp” comenzó a circular por diferentes foros, siendo presentado como una investigación militar de armamento climático, un nuevo tipo de guerra que podría tener consecuencias insospechadas, por alterar el medio ambiente como nunca se había hecho. La aparición de libros como “Los ángeles no tocan esta Haarpa” (traducción del juego de palabras que proponía en inglés el autor, en 1997), escrito por Nick Begich y Jeanne Manning, o “Haarp: el arma definitiva de la conspiración”(1998), de Jerry E. Smith, consiguió acercar el presunto misterio al mundo de las seudociencias, y las conspiraciones secretas.

Mientras el Departamento de Defensa ha intentado explicar que sólo se trata de un proyecto científico, la zona de Gakona se ha convertido en uno de esos lugares míticos de los buscadores de misterio que siguen afirmando que los gobiernos ocultan todo, desde los extraterrestres hasta las armas de control mental.

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